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New York Times sobre la derrota uruguaya

Enanos en hombros de gigantes

15.06.2014 18:09

"Una nación burlada por una obsoleta promesa de superioridad" es el título del análisis del New York Times sobre la derrota uruguaya y la psicología deportiva de nuestro país, donde el sentimiento de victorias pasadas se ha "arraigado en la psique".

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Hinchas uruguayos en Brasil. Foto: Juan Manuel López | Montevideo Portal

El New York Times tiene un especial dedicado al mundial Brasil 2014, que este fin de semana cuenta con un artículo especial sobre la derrota uruguaya en el debut mundialista.

"Una nación burlada por una obsoleta promesa de superioridad" es el título acompañado de la frase "Después de la derrota ante Costa Rica, Uruguay se reexamina a sí misma".

"Pocos en Uruguay habrán oído del famoso hombre de letras británico Cyril Connolly, Sin embargo, su frase más famosa -'Aquellos a los que los dioses quiere destruir primero llama prometedores'- no estaría perdida en un país acostumbrado a comienzos auspiciosos.

Las semillas del excepcionalismo uruguayo fueron sembradas temprano. Luego de que el país organizara y ganara la primera Copa del Mundo en 1930, el presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol dio un conmovedor discurso en el que expresó su deseo de que el país tomara su lugar como primero entre todas las naciones.

Desafortunadamente para la diminuta república, un campeonato mundial significaba sólo eso y nada más. Uruguay puede haber sido el equipo de los '20, pero para el fin de la década el sol empezaba a ponerse en su imperio.

Para los uruguayos, sin embargo, esta noción de haber sido campeones mundiales -combinado con una victoria ante Brasil en la final de 1950- está ahora arraigada en la psique de la nación. Las palabras del técnico uruguayo Ondino Viera, años después, sólo reforzaría esta distorsionada actitud del país hacia el juego: 'Otros países tienen su historia; Uruguay tiene su fútbol'. Fracasó en darse cuenta que otros países poseen ambas cosas", comienza el artículo del corresponsal del New York Times para el Mundial, el uruguayo Andreas Campomar.

El autor describe luego Montevideo ("para muchos argentinos, un recordatorio de épocas más amables") pero recuerda que la ciudad está cada vez más brillante dejando de lado la vieja Montevideo colonial.

"Pero algunas cosas nunca cambian en esta ciudad. La fiebre por la Copa del Mundo aquí es alta. Los vendedores ambulantes visibles en casi todos los rincones, venden la bandera nacional en varias formas. La convicción es palpable. 

Los uruguayos parecen tener buena memoria sólo cuando les conviene. Cuatro años atrás, la llegada de Uruguay a las semifinales de la Copa del Mundo surgió más de la buena fortuna que de un gran talento. Sin embargo, el país suspendió su escepticismo. Esto era prueba de que aun podía competir a nivel internacional, que su prestigiosa destreza deportiva no estaba reducida al pasado. Desde 1970, el fútbol uruguayo ha prometido mucho pero concretado poco (la fama dio paso a la notoriedad en 1986, cuando  un defensa uruguayo recibió tarjeta roja a los 56 segundos de juego).

El fénix del Río de la Plata se había alzado de las cenizas de su propio juego. Derrotar 3 a 0 a Paraguay en la final de la Copa América 2011 acentuó este renovado sentimiento de autoestima. Aún más, en Luis Suárez el país encontró un jugador que sólo podría haber soñado.

Los jugadores han enfrentado siempre tanto la posibilidad de obtener la redención como lo de ganarse la reprobación. Suárez ha sido uno de ellos. En los cuartos de final de Sudáfrica 2010 fue rezongado como a un niño desobediente por su celebración fuera del campo de juego cuando Asamoah Gyan erró su penal, gracias a que Suárez evitó un gol seguro con sus manos.

Los uruguayos optaron por la perspectiva de que había sido el sacrificio final por el país, un acto imbuido por la generosidad de un Sydney Carton (personaje de 'Historia de Dos Ciudades' de Charles Dickens) contra Costa Rica, no hubo lugar para el talismán de Uruguay. Una lesión, producto de un encontronazo descuidado de la última temporada, dejó a Suárez afuera. Los uruguayos tienen sus teorías. Esto no fue el resultado de algún suplente torpe, sino más bien un complot para mantener a Suárez fuera de las canchas. No es secreto que la paranoia y la conspiración disfrutan una relación simbiótica en la región.

Media hora antes del partido del sábado, las calles de Montevideo empiezan a vaciarse. Posters de Diego Forlán con los brazos cruzados (en cierto modo a la defensiva) miran hacia el tráfico. La frase "Nada más importa que el Mundial" habla por una nación. Los vendedores callejeros han desaparecido. Ni siquiera los ubicuos taxis merodean los bulevares.

Para tanto despliegue publicitario, los 90 minutos contra Costa Rica pasan rápidamente. Uruguay, como siempre, tiene un comienzo promisorio con Cavani convirtiendo desde el punto penal. Pero tres goles en la segunda mitad pone a Uruguay contra la espada. La derrota permite a los uruguayos volver a su conducta habitual: un pesimismo cultivado. "Al menos ahora podemos mirar la Copa del Mundo con comodidad", dice un fanático. La resignación parece quedarles mejor a estos montevideanos que el éxito. Hinchar por Uruguay parece ser una mezcla peculiar de masoquismo y nostalgia. Una combinación verdaderamente uruguaya", concluye el artículo.


Montevideo Portal


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