Contenido creado por Martín Laitano
Fútbol Internacional
La más complicada

Mil y una opiniones: de Macri a Maradona, nadie quedó indiferente a la final

Los argentinos, en su mayoría tristes por la decisión de que el clásico se juegue en Madrid, perdieron la chance de verlo en su país.

06.12.2018 12:08

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2018-12-06T12:08:00-03:00
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"Como es un hecho excepcional, que nunca más se va a volver a repetir, acordamos que sí vamos a permitir que vaya público visitante".

Y tanto.

Cuando pronunció estas palabras el 2 de noviembre, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, no podía sospechar su carácter profético: todo el público del partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores, todo, será visitante.

La insólita elección del estadio Santiago Bernabéu para acoger el encuentro reunirá 'de visita' en Madrid, a 10.000 kms de Buenos Aires, a las aficiones de River Plate y Boca Juniors, tras el empate de la ida (2-2) en la Bombonera y la suspensión de la vuelta en el Monumental por los incidentes de público que precedieron al partido.

Desde Macri hasta el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, pasando por el responsable de la FIFA, Gianni Infantino, y por jugadores y exjugadores de ambos clubes encabezados por Diego Armando Maradona, centenares de personas se han pronunciado en el último mes sobre las circunstancias excepcionales de este título.

La clasificación de los dos equipos argentinos para la final, la suspensión de la vuelta después de que el autobús de Boca fuera atacado camino del estadio de River y la decisión de la Conmebol de trasladar el desenlace a Madrid marcaron los picos alcistas en las declaraciones públicas de los protagonistas.

Ya lo dijo Macri: "Una final histórica que tal vez jamás se repita". Aunque él deseaba evitarse "el estrés de una final Boca-River" y hubiera preferido "un argentino y un brasileño".

Tras los incidentes de la vuelta, el presidente se rebeló ante la realidad: "Yo no puedo resignarme a que, para organizar un espectáculo deportivo, haya que militarizar prácticamente toda la ciudad. Es una locura, no es lo razonable".

La ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, habrá recordado también sus palabras del 5 de noviembre, cuando criticó que los clubes se inclinasen por jugar sin público visitante.

"Imagínense que vamos a tener un G20. ¿No vamos a poder dominar un partido River-Boca? Parece que en Argentina se quiere la discusión por la discusión misma", señaló.

Pero tras la agresión al autobús de Boca antes del partido de vuelta, el capitán Pablo Pérez, que sufrió una lesión en el ojo, dijo que la final que "tenía que ser una fiesta" parecía "una guerra".

Dos días después se reafirmó en sus críticas: "No puedo ir a una cancha donde no me brindan seguridad. ¿Qué pasaba si jugábamos y ganábamos? ¿Quién me saca de ahí? Si la gente estaba loca antes de entrar, imagina si les dábamos la vuelta en su cancha. ¡Me matan!".

Carlos Tevez aseguró que los querían "obligar a jugar".

"Nos duele la cabeza, salimos a hablar para decir que nos están obligando a jugar, tenemos a compañeros que no están bien físicamente. No se puede creer", dijo Tevez a la prensa.

Y más tarde añadió: "La Conmebol con nosotros se portó muy mal. Que le den la Copa a River, si siempre hacen lo que quieren".

Entre las reacciones a los incidentes, la de Gabriel Batistuta, exjugador de River y Boca, fue vehemente: "Otra oportunidad más perdida delante del mundo entero que nos observa, vergonzoso, lamentable", escribió en Twitter. "Tengo que vivir otra vez más delante de mis hijos un espectáculo desagradable. ¿Hasta cuando?".

"Qué pena las noticias que llegan de Argentina. Así no se vive el fútbol. ¡Vergüenza!", apuntó el español Carles Puyol.

El presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, resumió de forma concisa los motivos de aplazar la final: "Un equipo no puede jugar y el otro no quiere ganar en estas condiciones".

"En la Conmebol que presido", afirmó luego en una carta pública, "el fútbol no se gana con piedras ni agresiones. Lo ganan los jugadores en la cancha. Se juega respetando al rival, teniendo el Fair Play como visión en la cancha, las gradas y la dirigencia".

Domínguez fue precisamente muy criticado por su compatriota el exjugador José Luis Chilavert, quien cuestionó su gestión de la crisis e invitó a los clubes a "estar unidos y echar al presidente y a todos sus cómplices de la Corrupbol'.

El presidente de River Plate, Rodolfo D'Onofrio, culpó de los altercados a "unos pocos desadaptados".

Diego Armando Maradona, que en vísperas de la final se había apartado del foco de atención para centrarse en la dirección de los Dorados de Sinaloa mexicanos, culpó directamente al gobierno de Macri por los incidentes que derivaron en la cancelación.

"Lo de mi país es lamentable. El presidente engañó a mucha gente de que iba a cambiar esto y estamos peor que tiempo atrás. Lo que está haciendo Macri es lo peor de todos los tiempos en Argentina. Es un terror salir a la cancha, hay robos por todos lados, pero éste es el cambio que votó la gente", declaró Diego.

El astro argentino pidió que la Conmebol diera la Copa Libertadores a Boca Juniors: "Yo espero que la Conmebol actúe de manera seria y dé por campeón de la Libertadores a Boca. Más allá del amor que tengo por el club, hay un reglamento que hay que cumplir", escribió en Twitter.

El alcalde de Buenos Aires mantuvo siempre que la final podía disputarse en su ciudad con garantías: "Hubo una falla en el operativo, lo dijimos con todas las letras. El hecho de que haya habido una falla no quiere decir que no se pueda corregir".

Pero no fue de la misma opinión la Conmebol, que, tras estudiar diversas ofertas, trasladó el partido de vuelta a Madrid y generó una nueva cascada de reacciones.

El presidente español, Pedro Sánchez, confirmó la sede en sus redes sociales: "España está dispuesta a organizar la final de la Copa Libertadores entre el Boca y el River. Las FCSE y los servicios implicados, con amplia experiencia en dispositivos de este tipo, trabajan ya en el despliegue necesario para garantizar la seguridad del evento", afirmó.

El titular de la federación española, Luis Rubiales, declaró su alegría por haber podido "ayudar a la Conmebol en una situación difícil, de urgencia".

Tras confirmarse que el escenario sería el Bernabéu, el técnico del Real Madrid, al argentino Santiago Solari, confesó "sensaciones encontradas".

"Por un lado es un honor para el madridismo, para nuestro estadio. Pero no puedo dejar de aludir a las causas que traen este partido aquí, a un océano de distancia de Buenos Aires. Ha roto muchos corazones lo que sucedió".

Cuesta encontrar opiniones a favor del traslado de la final a Madrid, pero, como dijo Infantino, "después de lo que pasó, no había decisión buena".

Juan Román Riquelme, ex de Boca Juniors, definió la final de la Libertadores entre el Xeneize y River Plate como "el amistoso más caro de la historia".

"Hay pocas cosas que son nuestras, como el asado, el mate y el dulce de leche. Y el Superclásico nos lo acaban de quitar, no es nada lindo", dijo enfadado.

Y Diego Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, mostró su "tristeza" por los incidentes. "Soy argentino y me duele lo que ha sucedido. Es una pena. No pudimos mostrarnos al mundo como hubiésemos querido".

Su colega y compatriota Eduardo Berizzo tuvo un consejo claro: "Deberíamos revisarnos todos: el primero que tira un proyectil, el que no controla el operativo, los periodistas que fomentan un dramatismo en todo lo que rodea a un partido de fútbol cuando es solo un partido de fútbol. No hay solo un culpable de esas situaciones, somos muchos los culpables".

Y, mientras tanto, el partido en sí casi quedó como una anécdota. Pese a que, como dijo el cantante argentino Andrés Calamaro, "una final continental entre semejantes cuadros rivales es tan importante como el hundimiento del Titanic".

EFE