Contenido creado por Andrés Cottini
Juegos Olímpicos de Tokio
La llama encendida

María Pía Fernández corrió con el corazón y demostró el significado del espíritu olímpico

Pese a estar lesionada y afectada emocionalmente, la uruguaya dio en Tokio una muestra de convicción y dignidad digna de aplaudir de pie.

02.08.2021 12:10

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2021-08-02T12:10:00-03:00
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Por Andrés Cottini

Los Juegos Olímpicos son mucho más que un evento deportivo al que llegan los mejores del mundo a buscar una de las medallas en pugna, y la uruguaya María Pía Fernández es una prueba viviente de ello.

El pasado jueves 29, la trinitaria se encontraba realizando el último entrenamiento exigente previo a su debut de este lunes (en Japón, domingo en la noche en Uruguay), cuando de repente sintió "un gran dolor" que la obligó a parar.

Según sus propias palabras: "sabía que me había roto". Una ecografía y resonancia confirmaron las malas nuevas: distención de nueve milímetros con un edema importante en el gemelo externo de la pierna derecha.

"Se me vino el mundo abajo", confesó entre lágrimas. Fernández es una de las atletas más constantes que tuvo Uruguay en este ciclo olímpico; ya tenía su cupo asegurado para los 1.500 metros en la edición que se iba a realizar en 2020, pero la postergación de un año por la pandemia la obligó a estirar los esfuerzos una temporada más.

Una y otra vez repetía previo a su viaje a Japón que iba a cumplir su sueño, aquella aspiración que se transformó en objetivo mientras miraba por televisión la cita olímpica de Río de Janeiro en 2016.

"No lo podía creer", me dijo mientras me contaba lo sucedido y pedía: "no escribas nada hasta después de la carrera, ahí hablamos tranquilos".

La decisión estaba tomada, se iba a presentar a como diera lugar. Asumió la responsabilidad ante cualquier consecuencia, pero la pista del Estadio Olímpico de Tokio la iba a ver en acción.

Horas antes de la competencia decidió informar en sus redes sociales de la dolencia física, mientras estaba permanentemente acompañada por Sebastián Allende, su entrenador y sostén emocional.

Cuando se separaron, porque llegaba la hora de correr, lo vi pasar a Allende para ubicarse en la tribuna de los atletas, con lágrimas en los ojos y visiblemente emocionado con lo vivido, para sumarse a un pequeño puñado de uruguayos presentes, entre los que estaban Déborah Rodríguez y Emiliano Lasa, otros que fueron puntales en la contención.

Aplauso de pie

Cuando anunciaron la serie donde venía la uruguaya, todos atinamos, antes que nada, a mirar de qué forma salía. Lo hizo trotando, con la cabeza en alto y mirando al frente, como si nada anormal estuviera pasando.

Una pequeña aceleración, un grito de aliento de su entrenador y a la línea de largada. Allí se acomodó para comenzar a transitar los 1.500 metros, a su ritmo, con toda la personalidad del mundo y corriendo para cumplir su gran sueño de ser olímpica.

Cada vuelta el esfuerzo era mayor, pero la convicción de la atleta de 26 años era inamovible. Había que completar la prueba sea como sea y cada vez faltaba menos.

Los metros finales fueron con el aplauso de varios de los presentes, mayormente periodistas, alentando el pasar de Fernández, que una vez que completó la prueba se desmoronó en un llanto incontenible, mezcla de alegría y tristeza.

"Cuando sonó el disparo de largada me olvidé de todo, del dolor y corrí, tan solo corrí", porque esa es su vida, su estilo.

Sentada sobre el sintético de la pista contemplaba su entorno, se abrazaba de sus piernas y buscaba con la mirada tener un recuerdo del día que se transformó en olímpica.

El tiempo que hizo fue de 4:59.56, pero, ¿importa? Además finalizó en el puesto 43 de 45 participantes, porque hubo dos atletas que abandonaron, algo que María Pía Fernández, nunca pensó en hacer.

Un día me preguntaron cómo podría definir el espíritu olímpico y no se me ocurre mejor manera de explicarlo que con lo hecho por María Pía Fernández, una muestra clara de que los Juegos son mucho más que una competencia deportiva.

"¿París 2024?, claro que sí", me dijo antes de irse de zona mixta y se despidió afirmando con la convicción con la que corrió: "quiero mi revancha y la voy a tener".

Por Andrés Cottini

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