Francia no tuvo el mejor ataque ni la mejor defensa de la Copa del Mundo desde los números. No fue el equipo de mayor posesión ni el que más corrió, ni mucho menos el que efectuó más remates al arco. Sin embargo, resultó el más equilibrado en todos los rubros que tienen que ver con el trabajo colectivo, ese que es más importante que cualquier otro en el fútbol.

En la primera ronda, cuando a casi todos los poderosos les costó ganar sus partidos frente a equipos que se plantaron firmes en defensa, Francia clasificó con una fecha de anticipación con victorias por la mínima diferencia ante Australia (2-1) y Perú (1-0). Si bien no brilló, sacó los partidos adelante y pudo dar descanso a algunas figuras en el 0-0 con Dinamarca.

Cuando tuvo que asumir el protagonismo lo hizo, como en el debut, y contra Perú no se ruborizó a la hora de defenderse cediéndole la iniciativa al rival después de ponerse en ventaja gracias a una presión alta en campo antagónico. Haber terminado ese compromiso con un 44% de posesión del esférico fue la muestra de lo que se vendría.

Ante Argentina sabía que iba a ser atacado y se preparó para explotar la ingenuidad de un combinado albiceleste que pareció no haber planificado el partido. Con Mbappé como bandera del contragolpe abrió el score y mereció más, pero falló en la definición y por única vez en el certamen se vio abajo en el tanteador. De inmediato se fue con todo arriba, alcanzó el empate con sus dos laterales llegando a posición ofensiva y lo liquidó volviendo a hacer ostentación de su potente contraataque.

El libreto cambió por completo unos días después contra Uruguay. Sabiendo que enfrente tendría a una selección de corte defensivo y sin tenencia de balón, se dedicó a tenerla y se puso la pilcha de protagonista. Pero como por abajo y por las bandas no podía entrar, apeló a una herramienta que hasta ese entonces no había explotado; la pelota quieta. Un cabezazo de Varane con movimientos preparados del resto y un error de Muslera le dieron una ventaja que luego supo defender con la posesión, sin necesidad de pasar zozobra alguna.

Ya en semifinales volvió a modificar el planteamiento. Otra vez le cedió la bola al rival, esperó en su campo para contragolpear y abrió el trámite a balón parado por obra de Umtiti. Los zagueros aportaron los goles que no hizo Giroud (quien ni siquiera acertó un remate al arco en todo el torneo pero trabajó para sus compañeros). Luego, no se avergonzó por terminar defendiendo con los 11 futbolistas en su campo. Respondió con solvencia y avanzó.

En la final mostró su jerarquía liderado por Pogba, que jugó su mejor encuentro del torneo ante Croacia. El campeón volvió a abrir la cuenta a través de la pelota quieta y no necesitó tenerla para llegar con peligro sobre el área de un rival mermado desde lo físico. Se defendió bien, hizo las transiciones aún mejor y con ocho remates al arco generó cuatro goles. Además, dejó sin reacción a un oponente que había sorteado sus tres series de eliminación directa tras empezar perdiendo.

Proceso y renovación de la mano

El proceso que inició Deschamps en 2012, que se topó con una eliminación en cuartos de final de Brasil 2014 (ante Alemania) y un amargo subcampeonato en la Euro 2016 perdiendo la final en casa ante Portugal, tuvo pilares que se mantuvieron y una renovación necesaria que, en algunos casos, se produjo de manera inesperada. Sólo nueve jugadores repitieron respecto al subcampeonato europeo de hace dos años. El entrenador se la jugó por dos nuevos de 22 años en los laterales de la defensa y ganó en la apuesta.

Pavard, que hasta este torneo había jugado apenas seis partidos en la selección (todos amistosos), calzó los puntos en el costado derecho e hizo un golazo ante Argentina en el único momento que su equipo fue perdiendo. En el otro carril apareció como una confirmación Lucas Hernández, el zaguero del Atlético de Madrid devenido en lateral que debutó con la camiseta azul en marzo de este año, cuando España se ilusionaba con tenerlo.

Kanté, sin el nombre de algunos de sus compañeros pero el mismo rendimiento que demostró en el Leicester City campeón, trabajó a destajo para que Pogba y Matuidi tuvieran libertad a la hora de soltarse al ataque. Mbappé, con las lagunas naturales de un joven de 19 años, mostró que ya es un jugador top y sin techo, al tiempo que Griezmann fue inteligente para desnivelar en un puesto que no es el que ocupa en el Atlético de Madrid.

Firme a la hora de defenderse con un triángulo final casi implacable, rápido para contragolpear, contundente al ir a buscar la pelota aérea, prolijo cuando tuvo que tenerla y sacrificado siempre que le tocó correr tras ella, el seleccionado francés dio una muestra de fútbol moderno y se mostró como el equipo más completo en Rusia 2018.

José Luis Calvete - FútbolUy